Las personas más empáticas tienden más a disfrutar de la música triste; la depresión ahonda nuestra empatía natural.
Las investigaciones de Keltner nos muestran que la tristeza tiene el poder de crear unión entre almas.
Las melodías más optimistas nos impulsan a bailar por la cocina e invitar a los amigos a cenar, pero son las tristes las que nos llevan a querer tocar el cielo.
Ansiar cosas terrenales te hace inerte. Ansiar el infinito te llena de vida. El talento está en soportar la pena del anhelo y seguir adelante. El anhelo verdadero engendra dicha a raudales.
Si meditas, practicas el amor benevolente y sirves al prójimo, es porque quieres volver a casa.
El amor que has perdido, o el amor que anhelaste y nunca has tenido, existirá eternamente. Cambia de forma, pero siempre está ahí. Tu labor consiste en reconocer qué apariencia nueva ha adoptado.
Una persona que evalúa a otra no puede hacerse cargo del equilibrio de aquel cuyo rendimiento está analizando hasta haber logrado el suyo propio.
Hay barcos para muchos puertos, pero ninguno para que la vida no duela.
Solo trascendemos el dolor cuando reparamos en que estamos conectados con todos los demás seres humanos.
Una cosa es amar a tu hijo por lo que es, y otra es amarlo porque es tuyo. Amar sin apego es amar a tu hijo por lo que es; amarlo porque es tuyo es amar con apego.
Cuando expandes tu apego, lograrás el desapego y llegará un sentido más amplio de sabiduría.
¿Qué podemos hacer, además de recordarnos los unos a los otros que hay cosas que pueden arreglarse y que no todas las heridas están destinadas a sanar?
Lo cierto es que son muy pocas las personas que crecen a partir del éxito: la gente crece a partir del fracaso, a partir de la adversidad, a partir del dolor.