Demasiada honestidad perjudica a los demás.
Los libros me llevaban a lugares a los que nunca podría ir de otra manera. Compartían confesiones de personas que no había conocido y vidas que no había presenciado. Las emociones que nunca podría sentir, y los eventos que no había experimentado podría encontrarlos todos en estos volúmenes. Y eran diferentes por naturaleza de los programas de televisión o de las películas.
“No existe una persona que no pueda ser salvada. Sólo aquellos que dejan de creer en la salvación de los demás.” Es una cita del escritor estadounidense P. J. Nolan, que fue sentenciado a muerte por el asesinato de su hijastra. Él declaró su inocencia a lo largo de su condena, durante la cual escribió un libro de memorias. Más tarde se convirtió en un éxito de ventas, pero él no pudo disfrutarlo, ya que fue ejecutado.
Yo jamás experimenté el abandono. A pesar de que mi cerebro fuera un desastre, lo que mantuvo mi alma en una pieza fue la calidez de esas manos sosteniendo las mías a ambos lados.
Para mí, eso es como preguntar: “¿ Por qué vives?”. ¿Vivimos por algún propósito en específico? Seamos honestos, vivimos simplemente porque estamos vivos. Cuando las cosas van bien somos felices, y cuando no, lloramos. Lo mismo sucede con correr. Estoy feliz cuando llega la primera y me entristezco cuando no. Me culparé por no haberme esforzado lo suficiente, pero seguiré corriendo. ¿Por qué? ¡Porque sí! Igual que vivo porque tengo vida. ¡Eso es todo!
Las personas cierran sus ojos a una tragedia lejana diciendo que no hay nada que puedan hacer, sin embargo, tampoco se enfrentan a una cercana porque les horroriza. La mayoría de las personas pueden sentir, pero no actúan. Ellos dicen empatizar con lo que ocurre, pero olvidan fácilmente. A mi modo de ver, eso no es verdadera empatía. Yo no quería vivir así.